Al concluir el 2017, un mensaje a la Iglesia

“¿No dicen ustedes: “Todavía faltan cuatro meses para la cosecha”? Yo les digo: ¡Abran los ojos y miren los campos sembrados! Ya la cosecha está madura…”  (Juan 4:35)

¿Qué sentimos cuando “escuchamos” estas palabras de nuestro Señor Jesucristo? Les invito a que hagamos brevemente un ejercicio mental. Y viajemos imaginariamente a nuestros lugares de origen, de residencia permanente. Alcemos ahí nuestra mirada, qué vemos a nuestro alrededor, qué vemos más allá de nuestra zona de confort.

De hecho, levantemos aún más nuestra mirada y procuremos ver aquello que probablemente no es tan visible y evidente, y acaso se pierde en medio de nuestro diario trajín y agendas altamente apretadas.
Saben que es lo que  yo he visto personalmente en mi país, en mi región, en mi continente últimamente. Déjenme contarles:

Escombros post-terremoto. Manabí, Ecuador

 

Sólo entre el 2016 y 2017, viví de muy cerca el terrible terremoto de 7.8 grados en la escala de Richter que destruyó una buena parte de dos provincias de Ecuador, mi país.

He visto además de muy cerca el paso de 4 huracanes destruyendo varias zonas de El Caribe y Estados Unidos; 2 terremotos de alta magnitud afectando gravemente áreas de México; ¿por qué muy cerca? porque tengo amigos y

Pocos días después del paso del Huracán Irma por Miami

hermanos en Cristo que lo vivieron en carne propia y es como si yo lo hubiese vivido.

Y no sólo desastres naturales, también disturbios políticos y desestabilización de gobiernos, como el triste caso de Cuba y Venezuela. En el Ecuador actualmente viven unos 50,000 cubanos quienes afirman que han huido del régimen comunista y la consecuente falta de trabajo. Y cerca de 30,000 venezolanos que anhelan seguridad personal y estabilidad económica. Estas cifras desde luego, no representan el total de cientos de miles de cubanos y venezolanos que han transitado por Ecuador para llegar a otros países de la Región.

Mezquita en Sudamérica

Y qué decir de la proliferación de religiones orientales tales como el Hinduismo, el Budismo y el Islam. Actualmente nuestro país tiene alrededor de 7 mezquitas y un gran templo Budista, esto sin contar los innumerables centros de yoga y meditación trascendental por mencionar lo menos.

He visto en mi propio país y en la Región casos desvergonzados de corrupción de líderes gubernamentales y políticos, pero tristemente también de líderes “cristianos”.

Estoy viendo en mi país, en mi región y más allá un mundo cada vez más confundido, convulsionado y enfermo. La famosa ideología de género, la legalización de abortos, y por cierto, guerras civiles, atentados terroristas, y sí, penosamente una carencia de liderazgo, de un verdadero liderazgo a todo nivel, con honrosas excepciones, claro está.

Estamos acaso viviendo tiempos diferentes a los que vivió Jesús cuando dijo: “¿los campos ya están listos para la cosecha”? Pensemos por un momento, cuál era la situación de Israel en aquellos tiempos. No ocurrió precisamente un despertar espiritual en Israel, las Escrituras no mencionan precisamente que los sacerdotes, los escribas y los fariseos se estaban volviendo a Dios.

En realidad, todo lo opuesto, Jesús era burlado, los líderes religiosos de la época lo rechazaban, cuestionaban su integridad e incluso su divinidad. Estuvo a punto de ser derribado a un precipicio. De hecho, Cristo mismo se lamentó sobre las ciudades de Israel porque no se arrepintieron ante su mensaje: “¡Ay, Corazín! ¡Ay, Betsaida! ¡Ay, Tiro y Sidón! ¡Ay, Capernaúm!”

¿Qué es entonces lo que movió a Jesús a declarar que “los campos ya están listos para la cosecha”? Pues creo con todo mi corazón que fue precisamente la triste, desesperante y oscura condición que la gente estaba enfrentando; tanto que Jesús se lamentó y lloró al ver la confusión, dureza y ceguera espiritual de Jerusalén (Luke 19:41).

No creen que si Jesús estuviese físicamente en nuestros días, no exclamaría con dolor: “¡Ay Latinoamérica, Ay Asia, Ay África, Ay America, Ay Europa…Ay, Ay, Ay!”

Y tal como lo hizo en el pasado, su corazón se contristaría. Y seguro que al caminar por nuestras ciudades, nuestros pueblos, nuestros templos seguiría proclamando el Evangelio del Reino de los Cielos, seguiría sanando enfermedades y corazones heridos. Seguiría teniendo compasión de las multitudes que andan desamparadas y dispersas como ovejas sin pastor. Seguiría mirando más allá de lo visible y evidente…teniendo compasión de un mundo quebrantado por el pecado.

Y con certeza continuaría diciendo a “sus discípulos” – “A la verdad la mies es mucha, más los obreros pocos”.  Nos lo repetiría una y otra vez, a nosotros “sus discípulos”, a nosotros, sus siervos, siervos del Dios Altísimo, – “A la verdad la mies es mucha, más los obreros pocos” (Mateo 9:35-38).

Queridos Hermanos y Hermanas, les digo con todo mi corazón, creo que a pesar de toda la convulsión que vivimos en este mundo, nosotros somos la generación privilegiada. Creo sinceramente que estamos muy próximos a ver el retorno de nuestro Señor Jesucristo por su Iglesia. Nadie sabe ni la hora ni el día, pero el Señor nos anunció claramente en Su Palabra acerca de hambrunas, terremotos, tribulaciones, naciones contra naciones. Falsos profetas y falsos cristos engañarían confundiendo a muchos. Creyentes perseguidos e incluso sometidos a pena de muerte. Y también nos anticipó que el amor de muchos se enfriaría por la multiplicación de la maldad.

Levantemos nuestra mirada, todo esto está aconteciendo frente a nosotros, en proporciones insólitas, cuya frecuencia va de aumento en aumento. Y no lo podemos negar.

Amados, hay más de 2 billones de personas que nunca han escuchado las Buenas Nuevas.

 

Nosotros, los que nos identificamos como “hijos e hijas del Dios Altísimo”, estamos en la misión de cumplir Su último mandato:  “Vayan y hagan discípulos de todas las naciones”.

Y entonces nos regocijaremos y declararemos:
“Se acordarán, y se volverán a Jehová todos los confines de la tierra,
Y todas las familias de las naciones adorarán delante de ti”.
                                                                        (Psalm 22:27)

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4 pensamientos en “Al concluir el 2017, un mensaje a la Iglesia

  1. Samuel del Castillo 31 diciembre, 2017 en 11:40 am Reply

    Gracias, en general desafiante. En efecto la lectura sobre la creciente maldad e incluso el enfriamiento de corazones hacen parte del fin de los tiempos. El esfuerzo de ir y hacer discípulos, sin embargo, me parece a mí que no busca el impacto de mejorar este mundo, porque entonces estaríamos retrasando la segunda venida del Señor, que es algo que todo Cristiano debería anhelar. La evangelización considero es una comisión para salvar más vidas en el nombre de Jesús, aún en medio de la oscuridad.

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  2. Cecy 31 diciembre, 2017 en 7:33 pm Reply

    Gracias por el comentario. Todo cristiano (hijos e hijas de Dios) tenemos como misión cumplir Su último mandato: «ir y hacer discípulos de Jesucristo»; esto implica proclamar el Evangelio de salvación, precisamente en un mundo de oscuridad y maldad, de tal manera que quienes aún están en tinieblas, tengan la oportunidad de arrepentirse de pecado, reconocer al único Dios verdadero, Jesucristo, como el Salvador de su alma y pasar de muerte a vida. La Palabra del Señor dice que «la paga del pecado es muerte», pero quienes venimos a Cristo Jesús, «tendremos vida y vida en abundancia»; esto consecuentemente significa que quienes estamos verdaderamente en Cristo, somos transformados, somos «sal y luz». Como dice el Señor, «Aquel que empezó la obra la perfeccionará hasta el día del fin». Y también dice Su Palabra, «El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento» (2 Pedro 3:9).

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  3. Samuel del Castillo 31 diciembre, 2017 en 10:16 pm Reply

    Gracias!
    Este diálogo me lleva a revisar el siguiente texto:
    «Y se predicará la Buena Noticia acerca del reino por todo el mundo, de manera que todas las naciones la oirán; y entonces vendrá el fin. Mateo 24:14 NTV»

    La evangelización como parte de la Gran Comisión nos bendice en 2 propósitos: más almas para Cristo, pero también que Él venga pronto ya que su segunda venida no solo se efectiviza en un mundo caótico, sino con un mundo evangelizado… mientras más rápido cumplamos con expandir el evangelio, más pronto estaremos con El por la eternidad.

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  4. Daniela Herrera Campos 4 enero, 2018 en 4:04 am Reply

    Concuerdo totalmente. ¿Qué estamos esperando?
    Frente al panorama mundial y el cumplimiento de los tiempos según las Escrituras, el enfoque general de la iglesia es acertado, sin embargo, la necesidad de un corazón quebrantado no espera, el corazón de Dios tampoco.
    Salmos 82:3 en la Nueva Versión Internacional dice «3 Defiendan la causa del huérfano y del desvalido; al pobre y al oprimido háganles justicia.» me hace reflexionar sobre la gran tarea «id y haced discípulos a las naciones», pero sobre todo lleva mi atención hacia la urgencia de hacerlo. Para Dios es una tarea urgente, para nosotros también debería serlo.
    Por lo tanto, es importante discipular a la manera de Jesús: cercanamente, con amor y con resultados que marquen la continuidad. A esto que muchos pensamos que ya se lo realiza, es necesario añadir el «urgente». Buscando no sólo lo que podemos hacer, sino más bien «lo que Dios quiere que hagamos». Sincronizarnos con el corazón de Dios, que su corazón palpite en nuestro pecho para hacer lo que ya hacemos pero a su ritmo y a su manera.

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