Archivos Mensuales: agosto 2023

¡Dios quita reyes y pone reyes!

 

La situación de Ecuador y de hecho de varios países alrededor del mundo es crítica actualmente. En las últimas semanas, uno de los candidatos a la presidencia de Ecuador fue asesinado; pero este acontecimiento no fue aislado. De hecho, desde hace un par de meses políticos han recibido amenazas y ataques en contra de su vida y lamentablemente algunos han sido asesinados.

Conmoción y angustia vive el pueblo de Ecuador a pocas horas de elegir al nuevo Presidente de la nación, este 20 de agosto. Estamos convencidos que solo la intervención de Dios puede salvar a este país y a tantos otros que experimentan terror, confusión y desorden en sus territorios; pero amerita que todo un pueblo, que toda una comunidad venga a arrepentimiento de sus malos caminos.

“si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra” (2 Crónicas 7:14).

¡Con corazón humillado delante de nuestro Creador y Salvador – Cristo Jesús, unámonos en oración por Ecuador!

 

 

Las guerras, un asunto del corazón…

«La naturaleza del ser humano no es buena en sí misma, su corazón está plagado por el pecado y mientras no vengamos a un genuino arrepentimiento delante de nuestro Creador, nuestro corazón experimentará serios conflictos, falta de paz genuina…»

A la fecha de edición de este artículo los medios nos bombardean con noticias sobre la prolongada guerra entre Ucrania y Rusia; aun son noticia las violentas protestas en Francia que degeneraron entre otras cosas en saqueos e incendios callejeros; y, los muertos por crímenes violentos en Ecuador se cuentan por decenas, en tanto, el país está plagado de una guerra territorial entre organizaciones criminales rivales, según afirman los medios.

Si analizamos a lo largo de la historia, las guerras se han producido debido a una serie de factores que mayormente están relacionados con disputas entre naciones, territorios, grupos étnicos, seguidores de religiones, creencias o ideologías, por causa de desigualdades socioeconómicas, violaciones de los derechos humanos y en general respuestas a agresiones, entre otros factores.

Y lamentablemente los ataques o actos hostiles de una nación o grupo hacia otro pueden incluso provocar respuestas militares y, en última instancia, conducir a lo que todos conocemos como una guerra.

Pero ¿por qué se producen estas disputas, estos ataques o actos hostiles? Sí, más allá de la raíz visible: creencias religiosas, ambiciones geopolíticas, desigualdades. ¿Se ha puesto a pensar que hay más allá de lo visible?

Pues bien, más allá de lo expuesto, de lo expresado, de lo visible, hay algo no necesariamente considerado; y se trata del corazón del ser humano.

Y es que en el corazón del hombre se anidan los sentimientos más insondables que no siempre son expuestos de modo directo hacia afuera, especialmente cuando estos sentimientos no son buenos, honestos, ni probados. Sí, podemos mostrar un rostro sonriente, amistoso, abrazador; pero si viajamos hacia el fondo de ese corazón, muchas veces encontramos hipocresía, mentira, envidia, odio, que no necesariamente lo mostramos, al menos en una primera instancia y dependiendo de los intereses del individuo.

Pues es así, en el corazón del hombre se pueden anidar sentimientos insondables, intereses indescifrables y potencialmente deseos profundos de venganza y destrucción a quien se opone en su camino.

Hagamos un ejercicio, este ejercicio es personal y las respuestas únicamente las sabrá usted y su Creador. Vamos aquí:

  • ¿Ha sentido alguna vez envidia porque su familiar, colega o amigo tiene mejores posesiones que las suyas? Un mejor auto, una mejor casa, un mejor trabajo, un mejor sueldo.
  • Si alguna vez le han hecho daño, le han insultado, ultrajado, dicho una mentira sobre usted, ¿cómo ha reaccionado? Tal vez, ¿se ha producido frustración, tristeza, odio y aun venganza en su corazón?
  • Si alguien alguna vez ha querido apropiarse de lo suyo, cualquier posesión por más pequeña que ésta sea, ¿ha tenido al menos todas las intenciones de salir con todo ímpetu y quitárselo, reclamando que es suyo? Vamos, esto pudo haberle sucedido de niño o niña, o incluso de adulto. ¿Cómo ha reaccionado?

Un pequeño muy pequeño ejercicio que si lo hemos hecho revelará claramente las intenciones de nuestro corazón y que, si éstas no son tratadas apropiadamente, tarde que temprano, pueden degenerar en actos violentos, en conflictos, finalmente en guerras.

Pues bien, la Palabra de Dios nos advierte y dice: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras” (Jeremías 17:9-10).

La naturaleza del ser humano no es buena en sí misma, su corazón está plagado por el pecado y mientras no vengamos a un genuino arrepentimiento delante de nuestro Creador, nuestro corazón experimentará serios conflictos, falta de paz genuina y potencialmente provocará conflictos en su alrededor a menor o mayor escala.

El reconocido Agustín de Hipona manifestó: “El propósito de todas las guerras es la paz”. Sin embargo, este pensamiento no siempre refleja la realidad. No dudamos que en las intenciones de muchos al embarcarse en una guerra esté el genuino y profundo deseo de conseguir la paz para su equipo, para su nación; pero también si somos realistas, muchos se embarcan en una guerra para conseguir sus propios intereses sean válidos o no.

La primera guerra que todo ser humano debemos vencer es la lucha contra el pecado personal – todos somos pecadores, no hay justo ni aun uno –; y la única forma de hacerlo y de vencer es a través de la rendición. Sí, tal como lo leyó, de la rendición. Si reconocemos en lo profundo de nuestro corazón que somos pecadores, que no podemos hacer nada para limpiarnos de nuestro pecado y nos rendimos genuina y totalmente a nuestro Creador, a Cristo Jesús, con certeza venceremos la peor guerra que enfrentamos en toda nuestra vida.

Así es necesario, honestidad para reconocer la verdadera condición de nuestro corazón; humildad para postrarnos en arrepentimiento delante del único y sabio Dios, quien puede perdonarnos y liberarnos; así como valentía para decidir por Cristo Jesús y proclamar que solo Él es el camino, la verdad y la vida que nos conduce a nuestro Creador y Padre, para recibir salvación y transformación.

Las guerras son definitivamente un asunto del corazón.  De hecho, Jesús lo manifestó muy bien: “Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias” (Mateo 15:19). Y entonces, la más frenética guerra que todo ser humano debe batallar con fuerza es aquella contra el pecado y la perdición eterna.

Si desea conocer más sobre el Evangelio de Jesucristo y la vida eterna, no dude en contactarnos.