Hace ya dos semanas que la comunidad ecuatoriana vivió momentos de angustia, terror y desolación. La tierra tembló fuertemente por poco menos de un minuto, aunque a la población le pareció una eternidad.
Un terremoto de 7.8 grados en la escala de Richter golpeó la nación ecuatoriana, cuyo epicentro fue en dos pequeñas poblaciones: Pedernales, en la provincia de Manabí; y Muisne, en la provincia de Esmeraldas. Sin embargo, prácticamente todo el país fue testigo de este movimiento telúrico, puesto que se sintió a lo largo y ancho del Ecuador.
La noche de abril 16 se convirtió en una noche
de espanto y clara tragedia para toda la población pero especialmente para aquellos directamente afectados, esto es cerca de 1,500.000 habitantes. Un laberinto sin salida, tiempo de confusión, en tanto réplicas tras réplicas se han vivido incluso hasta el tiempo en el que se escribe este artículo. Familias enteras a la intemperie por el temor de quedar atrapados en sus casas, o simplemente porque para algunos, sus viviendas se desplomaron y quedaron sólo ruinas.
A la fecha, los datos oficiales informan que más de 650 personas han muerto y 30.000 requirieron atención médica. Estas estadísticas ciertamente constriñen el alma del pueblo ecuatoriano, cuánto más de los familiares de las víctimas. No obstante, y en medio del dolor también nos regocijamos al saber que más de 22.000 están ahora a salvo en albergues y 113 personas fueron recatadas con vida delos escombros.
La nación entera se ha movilizado para asistir a nuestros hermanos y hermanos afectados por este
desastre natural; organizaciones amigas nacionales e internacionales; los medios; las naciones vecinas y aún las más lejanas; todos se han hecho presente en este tiempo lleno de lágrimas y desolación. Personas y organizaciones de renombre y también los héroes anónimos.
Y hoy precisamente quiero compartir acerca de Juan Carlos y Sandra, una pareja joven de héroes, residentes en Manta, una de las ciudades fuertemente afectadas, quienes con voz resquebrajada comentan: “el terremoto nos ha sacudido de una forma tremenda, por el hecho de que gente ha perdido su casas, a sus seres queridos…lo único que uno piensa en ese momento así es si acaso será el fin de todo”.
Sin embargo, luego del trauma experimentado y dejando de lado su propio dolor y miedo, Juan Carlos y Sandra, se arremangaron sus camisas y se levantaron en fe a servir a aquellos que están pasando por situaciones aún peor que las de ellos, “el sólo hecho de ver personas en la calle, quienes lo perdieron todo, es lo que nos motivó a hacer autogestión y poder contribuir con un granito de arena a la gente, a las comunidades que están en necesidad”.
Cada día se levantan muy temprano y llevan a
los lugares afectados alimentos y palabras de ánimo, de consejo, de restauración a todas las personas que pueden alcanzar, incluso a voluntarios que están sirviendo en las distintas áreas en necesidad.
Juan Carlos y Sandra junto a miembros de su pequeña iglesia “Casa Familiar” y a amigos y personas en general que contribuyen anónimamente para esta causa, son los héroes que hacen y harán posible la reconstrucción de estas comunidades.
¿Qué va a pasar después? Se preguntan Juan Carlos y Sandra y los cientos de afectados. Quizá este momento no hay una respuesta clara y concreta, humanamente hablando. Sin embargo, “hay esperanza” como lo manifiesta esta pareja joven, porque sus corazones están firmemente confiados en la fidelidad y provisión de un Dios bueno.
Por ello, Juan Carlos y Sandra hacen un llamado a toda la comunidad global para que se unan en intercesión y oración por Manabí y el Ecuador en general, para que Dios llene de fortaleza a este país y para que muchos más se unan a la reconstrucción de este pueblo “en este proceso de cambio, en este nuevo venir”, como Juan Carlos lo ha denominado.
¿Y usted…se anima a unirse al equipo de reconstructores?
“Si Dios no está enviando terremotos, destruyendo economías y causando dolor sobre los seres humanos, ¿qué es lo que Dios está haciendo? Dios obra a través de la gente, la llama a ayudar a su prójimo en necesidad. Dios consuela a Su gente, camina con ella ´aunque ande en el valle de sombra de muerte´”.
Adam Hamilton
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Fotografías
Cortesía de: Margarita del Mónaco, Teo Zamora y Familia Jarrín
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