La tan celebrada Semana Santa, como sabemos inicia con el conocido “Domingo de Ramos”, que no es otra cosa que la “entrada triunfal de Jesucristo a Jerusalén”. Sí, entrada triunfal porque todo el pueblo lo recibió con júbilo, algarabía, ofreciendo palmas, tendiendo sus mantos para que el Rey entrase a la ciudad. ¡Hosana al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!» (Mateo 21:9). Hosana es en verdad un ruego por salvación, tal como se expresa en el Salmo 118:25 “Oh Señor, sálvanos ahora, te ruego; te ruego, oh Señor, que nos hagas prosperar ahora”.
El pueblo anhelaba a gritos salvación. ¿Pero, salvación de qué? Probablemente del estado social conflictivo de aquellos días; pero Jesús vino para traernos salvación aun más profunda, salvación a nuestras almas. Una semana después, Jesús muere en la cruz. El aclamado, es insultado, maltratado y vituperado. La esperanza muere. El Hombre, muere.
Sí, Jesucristo muere en su esencia humana; pero, Su poder divino es revelado 3 días después, cuando resucita en victoria. Cuando vence a la muerte, porque Jesús mismo es el dador de vida, es la Vida misma.
¡Jesucristo es el único que puede rescatarte de la muerte, de la muerte espiritual que es la más grave! ¿Sabes dónde pasarás la eternidad? ¿Piensas acaso que cuando mueras físicamente, todo se acaba? Jesús te dice, “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”. (Apocalipsis 3:20) No esperes más. Jesucristo es el Camino, la Verdad y la Vida; no hay otro camino para asegurar una vida llena de paz aquí en la tierra y de esperanza de la eternidad en presencia misma del Creador del universo, donde ya no habrá más llanto, ni dolor, donde Jesús mismo enjugará nuestras lágrimas y nos dará paz eterna en su regazo, como sólo el Padre amoroso lo sabe hacer.
Para muchos la Semana Santa comenzó en victoria, pero terminó en desesperanza, en tragedia, en dolor, en muerte. Pero en realidad, la Semana Santa inició en Victoria y concluyó en Victoria aún mayor. ¡Porque Jesucristo se levantó de los muertos y vive eternamente y para siempre! ¡Dios no está muerto y puede transformar tu vida, entrégale a Jesús hoy mismo tu corazón!
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