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¡El milagro más grande del mundo!

 

Milagro: «Hecho no explicable por las leyes naturales…»

 

¿Ha experimentado usted un milagro en su vida? Con certeza algunos de nuestros lectores responderán afirmativamente con toda convicción. Otros probablemente duden si acaso lo habrán experimentado o no; y otros con seguridad dirán ¡pues…no!

Pero bien,  ¿qué es un milagro?, y para explicarlo tomaremos la definición del diccionario de la Real Academia Española: “Hecho no explicable por las leyes naturales y que se atribuye a intervención sobrenatural de origen divino”.

Con esta clara definición, la verdad es que todos los seres humanos creo que podríamos responder afirmativamente, si nos detenemos por un momento y pensamos en nosotros, en nuestro nacimiento y en realidad analizamos desde el momento cuando fuimos concebidos. Aquella extraordinaria formación de cada uno de nosotros en el vientre de nuestra madre y nuestra llegada a este mundo, es ya, un maravilloso milagro. Pensar en la formación de cada criatura en el vientre materno, nos llena de mucha ternura, pero a la vez de un magnificente asombro – La concepción es la partida para el inicio de la vida y luego una jornada de 9 meses de formación y crecimiento previo al gran día del nacimiento de un pequeño niño o una pequeña niña – ¡es verdaderamente un tierno y a la vez grandioso milagro! Y sí “milagro” porque va más allá de la tierna criatura que podemos cargar en nuestros brazos. Esa pequeña criatura tiene un espíritu que la conecta con Su Creador, un alma que a lo largo de su vida reflejará su carácter y un cuerpo físico a través del cual se conectará en su entorno.

No obstante, extraordinario como es el milagro de la vida; definitivamente existe un milagro aun más  maravilloso. Sucedió un día, pero su impacto es eterno. De hecho, este milagro también está relacionado con la vida; pero más bien, con el “Autor de la vida” – Jesucristo.

Hace un par de días el mundo cristiano celebró con gran regocijo el “Domingo de Resurrección”. Pero este evento extraordinario representa más que un día de celebración. Sucedió hace poco más de 2000 años. Sin embargo, historiadores, antropólogos, científicos y el común de los seres humanos siguen hablando, analizando, debatiendo o simplemente aceptando en fe este extraordinario acontecimiento.  

Jesús, el Hijo de Dios, fue condenado “humanamente” a muerte y muerte de cruz; sin embargo, Su muerte fue parte del plan divino. De hecho, Jesús mismo dijo:  “Nadie puede quitarme la vida sino que yo la entrego voluntariamente en sacrificio. Pues tengo la autoridad para entregarla cuando quiera y también para volver a tomarla. Esto es lo que ordenó mi Padre” (Juan 10:18).

Y es que el propósito fundamental de Jesús en esta tierra, fue entregar Su vida en sacrificio perfecto para el perdón de pecados de la humanidad. Las Escrituras dicen que “No hay justo ni aun uno” (Romanos 3:10 – RV60); y que “la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23 – RV60).  Por lo tanto, toda la humanidad estábamos condenados a morir por causa del pecado. Sin embargo, el infinito amor de Dios, el Creador, abrió camino para nuestra salvación. Y ese camino fue Jesús. “Yo soy el camino, la verdad y la vida, nadie viene al Padre sino por mí”, dice Jesús (Juan 14:6 RV60).

Como seres humanos estamos completamente perdidos en nuestros pecados. Sólo en Cristo y a través de Cristo, si aceptamos en fe Su sacrificio perfecto en la Cruz, es lo único que nos salva de la maldad de nuestro corazón. Porque quién de nosotros podría decir…“estoy libre de pecado” – nadie, absolutamente nadie.

No obstante, la obra de la cruz estaría incompleta, si Cristo no hubiese resucitado. El Apóstol Pablo nos dice en 1 Corintios 15:17 – NTV “ y si Cristo no ha resucitado, entonces la fe de ustedes es inútil, y todavía son culpables de sus pecados”.

En la Cruz, Cristo cargó con la maldad del mundo, cargó con nuestra culpa;  el Siervo puso Su vida en lugar de la nuestra. El Justo murió por los injustos. Sin embargo, Cristo  – el Autor de la vida, al tercer día se levantó de la tumba triunfante y victorioso. En la resurrección, Cristo venció a la muerte, demostrando entonces Su Deidad, Su poder y Su gloria.

¿Asombrado con el milagro de la vida, con su vida? Pues confío que esté aun más asombrado con el milagro de la resurrección de Cristo. Él no está más en una cruz, Su tumba está vacía, Él está vivo y Jesús tiene el poder de traerlo a usted de muerte a vida, de las tinieblas de este mundo lleno de pecado, a una vida plena, llena de Su luz admirable, una vida llena de esperanza, una vida transformada llena de la presencia misma del Dador de la Vida – Cristo Jesús, quien anhela guiarle y sostenerle con profundo amor, paso a paso, minuto a minuto; como un Padre que cuida de su hijo o hija momento tras momento.

No espere más, el Cristo resucitado está llamado a las puertas de su corazón:  “porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo” (Romanos 10:13). Y si acepta esta invitación, usted también será partícipe del “milagro más grande del mundo” – “Si nuestra esperanza es que Cristo nos ayude solamente en esta vida, no hay nadie más digno de lástima que nosotros. Sin embargo, ¡Cristo resucitó! Esto nos enseña que también resucitarán los que murieron (1 Corintios 15:19-20 – TLA).

¡Cristo verdaderamente ha resucitado!

La puerta de escape para tu alma

“Dios probó Su amor en la Cruz. Cuando Cristo estuvo allí colgado, derramó Su sangre, y murió; fue Dios ahí diciéndole al mundo, ‘Te amo’”.

Billy Graham

Qué es lo primero que pensarías, si de repente cayeras en un pozo oscuro y tenebroso, y no ves en absoluto una forma de salir de allí. Pero de pronto escuchas una voz como del cielo, cuando desde arriba te dice, “hay una sola puerta de escape, yo te conduciré”.

Con certeza, en mi caso, prestaría atención absoluta a esa voz milagrosa que me ofrece ayuda para encontrar la única puerta de escape, la única forma de salir de aquel pozo.

Pues bien, nuestra alma vive en un pozo oscuro y tenebroso hasta que encuentre “la puerta de escape” – “la puerta de salida” y esa única puerta de escape es Jesucristo. No hay otro camino, no hay otra salida, no hay otra puerta de escape – Jesucristo es el Camino, la Verdad y la Vida (Juan 14:6).

Jesucristo es el único camino para la salvación del ser humano. Jesucristo es la salvación para el alma en depresión, para el alma en esclavitud, para el alma en desesperación. Jesucristo es la salvación para el alma que anhela salir de la cárcel de la desesperanza.

Refiriéndose a Jesucristo, el reconocido evangelista y autor Billy Graham, manifestó: “Dios probó Su amor en la Cruz. Cuando Cristo estuvo allí colgado, derramó Su sangre, y murió; fue Dios ahí diciéndole al mundo, ‘Te amo’”.

El eterno amor del Dios Creador de cielo y tierra, del universo y de todo lo que hay en él, está constantemente diciéndole al ser humano “hay una sola puerta de escape para tu alma, yo te conduciré”.

 

Te invito a que te pasees por los cuatro pasos simples pero de profundo significado (cada imagen) que se han posteado en este artículo. Presta absoluta atención a la voz de Dios que hoy te conducirá paso a paso para que halles la salvación para tu alma.

 

 

Si quieres conocer más sobre la salvación a través de Jesucristo, no dudes en escribirnos.

¡Que Dios tu Creador hable profundamente a tu corazón y te conduzca a la salvación en Cristo Jesús!

 

¡Nuevo año – nueva vida!

«La vida del ser humano es tan fugaz».

¡2023 – no es sólo un digito más, representa una nueva oportunidad! Con certeza muchos alrededor del mundo han comenzado a trabajar en sus “resoluciones de nuevo año”, resoluciones que desafortunadamente irán apagándose conforme pasan los días y si acaso un par de meses. Pocos son los que mantienen viva la esperanza y los ojos puestos en alcanzar la meta.

Pero todos deberíamos ir más allá de escribir poéticamente un par de “resoluciones de nuevo año”; y deberíamos tomar un tiempo prudencial para meditar en lo profundo de nuestro corazón y evaluar nuestra vida a la luz de nuestro “manual de vida”. ¿Cuál es ése “manual de vida”, se preguntarán algunos? Pues bien, el único “manual de vida” que cada ser humano tiene y debe tener es la Biblia.

Para algunos la Biblia lamentablemente es ya un libro obsoleto, de antaño, sin valor alguno en la era en la que vivimos. Para otros, la Biblia, es casi casi un “amuleto”, se gozan en tenerlo como un maravilloso adorno y signo de “buena suerte” en alguna de sus habitaciones. Pero felizmente para muchos otros, la Biblia es verdaderamente la Palabra de Dios, es el “manual de vida” que el Creador ha dado a Su Creación y más aun a quienes son Sus hijos e hijas.

Y la Palabra de Dios nos dice “…no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece” (Santiago 4:14).

Y sí, la vida del ser humano es tan fugaz. Es casi un sueño mientras los padres crían a sus pequeños, los ven gatear, caminar, correr y casi desaparecer en la adultez – sus estudios, sus negocios, sus compromisos, sus nuevas familias. “El tiempo vuela” dicen algunos; y en verdad es así. ¿Qué son 70 – 80 años? En algunos casos quizá mucho menos o quizá unos cuantos años más. Pero ¿qué son algunas décadas comparado con la eternidad? El tiempo vuela, la vida terrenal es realmente fugaz.

El Salmista David sabiamente nos dice: “Enséñanos a entender la brevedad de la vida, para que crezcamos en sabiduría” (Salmo 90:12 – NTV). Y es que nadie tenemos garantizado el día de mañana; no obstante, mientras la gracia de nuestro Creador nos permita estar en este planeta, debemos anhelar vivir una vida llena de sabiduría, de amor, de gracia y de servicio al prójimo.

Y quizá todo el que lee puede decir, yo vivo esa vida, pero deberé ser muy clara, nadie vive, ni vivirá una vida verdaderamente sabia, sin haber conocido personalmente al Dador de la vida y a la Fuente de la sabiduría, a Cristo Jesús.

Por ello, en este inicio del Nuevo Año 2023, le invito a evaluar su vida y reenfocarla si es necesario, de modo que el Creador de Cielos y de la Tierra, de todo el universo, no sólo sea Su Creador, sino que le permita entrar en su vida y abrazarlo como sólo un Padre sabe hacerlo.

Y para ello, solo se necesita reconocer 3 cosas simples pero profundas a la vez:

  1. Todos somos pecadores – No hay justo ni aun uno, nos dice la Biblia (Romanos 3:10).
  2. No puedo hacer nada por mí mismo para limpiarme de mis pecados. No hay esfuerzo humano que pueda borrar la maldad que hay en el corazón del hombre (Jeremías 17:9).
  3. Reconozco que sólo el sacrificio perfecto de Cristo en la cruz, es lo único que me limpia de todo pecado y que al aceptar a Jesús como mi único Salvador, es lo único que me trae de muerte a vida, de las tinieblas a la luz. Es el único camino para pasar de “criatura” a “hijo o hija de Dios” (Juan 1:12).

En este inicio del 2023, le animo a tomar la decisión más grande de Su vida, si aun no la hecho. Dios, Su Creador lo está esperando con los brazos abiertos – acepte Su invitación, no la deje para mañana, porque mañana puede ser ya demasiado tarde.

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito (Jesús), para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por Él”.  (Juan 3:16-17)

2023 – Nuevo Año – Nuevo Tú

¡Nuevo Año – nueva vida en Cristo Jesús!

NOTA:  Si le gustaría conocer más acerca de Jesús y como tener una relación personal con Él, por favor, contáctenos.

La cultura de Cristo es la cultura del Reino de Dios

¡No hay justificación que valga frente a un liderazgo que se ha desviado en lo profano de su cultura!

 

Jane Overstreet, la autora a quien ya nos hemos referido en artículos anteriores, menciona que luego de trabajar más de veinte años con líderes cristianos alrededor del mundo, ha observado que su estilo de liderazgo se parece más a la cultura en que cada líder vive, que realmente a la cultura y los valores del Reino de Dios.[1] Y puntualiza enfáticamente:

“Cada cultura pone una máscara ligeramente diferente en esas cualidades de liderazgo que aprecia, y todas nuestras culturas están terriblemente quebrantadas. Quizás algunas son significativamente peores que otras, pero ninguna de ellas refleja con precisión los valores de Dios. Los valores del reino de Dios son contraculturales para toda cultura terrenal”. (Overstreet 2011)

En esta línea y para fines de esta investigación, tuvimos la oportunidad de entrevistar a Tope Popoola, prominente líder y autor nigeriano, quien regularmente ofrece conferencias y consultorías en temas relacionados con liderazgo, gerencia, marketing y emprendimiento en varios países del mundo. Para Popoola, al preguntarle, ¿qué debe hacer un líder cristiano para que en su actuar prevalezca la cultura de Cristo en lugar de la cultura de su entorno? Esto es lo que nos respondió:

“La cultura de Cristo es la cultura del Reino de Dios. Nuestro llamado es dar a conocer a Cristo en todas las esferas de la existencia humana…Estamos llamados a traer el cielo a la tierra, no llevar la tierra al cielo. Cuando nos preguntamos antes de tomar cualquier acción, ´¿Cómo manejaría Jesús este asunto?´ y seguimos adelante para hacer lo que Él haría, independientemente de lo que pueda ser popular o tendencia, hacemos cumplir la cultura de Cristo. Quien lo haga debe obligadamente morir a sí mismo y morir hacia la opinión pública popular. ¡El reino de Dios no es un concurso de popularidad! Los que no pueden soportar algo, caerán por cualquier cosa…He tenido que oponerme a mi cultura con respecto a varias tradiciones. Al principio no fue fácil, pero llegaron a respetarme por mis decisiones”. (Popoola, Interview on Christian Leadership 2020)

Paralelamente a este importante desafío; y del mismo modo, para fines de esta investigación realizamos también una encuesta al azar dirigida a público cristiano. Participaron 118 personas, de 21 países, representando a los 5 continentes.

Al solicitarles, en una de las preguntas, que escojan en rango de prioridad las características de un “líder siervo” que los líderes cristianos necesitan poner en práctica de modo que reflejen verdaderamente la excelencia de Cristo; el sistema de votación arrojó los siguientes resultados, de entre 10 características propuestas: “practicar disciplinas espirituales:  orar, ayunar, leer la Biblia”, en primer lugar; y, “actuar con integridad”, en segundo lugar. De acuerdo con el sistema de votación, éstas fueron las características con mayor puntaje y consecuentemente aquellas consideradas como prioritarias para los encuestados. 

Y estos resultados apuntan definitivamente al meollo del problema.  Si los líderes cristianos no caminamos en comunión íntima con Dios, será obvio que estaremos más propensos a caminar reflejando nuestra propia cultura, una cultura quebrantada por el pecado, y no la cultura del Reino de Dios.

Como líderes cristianos, como hijos e hijas de Dios, ¿a quién representamos? Bueno, la Palabra nos ha dado el título de “Embajadores de Cristo” (2 Corintios 5:20). Por lo tanto, nuestro actuar debe reflejar tal título; en tanto representamos a Cristo Jesús, la imagen del Dios invisible, al Dios Creador de cielos y de la tierra, de todo el universo. ¡Qué enorme privilegio! ¡Y qué enorme responsabilidad el ser embajadores del Reino de Dios! Con certeza, lejos estaría de nosotros, el actuar como aquellos embajadores del mundo, que muchas veces se han visto envueltos en escándalos de corrupción.

Verdaderamente causa vergüenza, frustración y gran dolor cuando vemos a la Iglesia que no actúa a la altura de Cristo; un liderazgo que se ha acomodado a la cultura de su medio, perdiendo de vista la cultura del Reino de Dios.

Vivimos en una cultura posmoderna, que tristemente ha negociado sus valores, se ha envuelto en lo profano. Como dice, Miguel Núñez, cuando vivimos en una cultura como ésta, sino procuramos a toda costa evitarla, sus efectos terminarán contaminándonos y entonces lo profano se volverá normal en nuestras vidas.[2]

Hoy más que nunca necesitamos un liderazgo que se vuelva a la FUENTE, como dice Popoola, para que recuperemos los valores del Reino.  No se trata de jerga evangélica; lo cual es tan común al menos en Latinoamérica. Pensamos que si nos tratamos de “hermanos”, decimos: “Gloria a Dios”, “Amén”, “Aleluya”, “Bendiciones”; ya somos cristianos.  Pero no es así. Hay un mundo que nos observa y juzga severamente y delante del cual hemos deshonrado el nombre de excelencia de nuestro Dios Trino Creador, el nombre de nuestro Salvador.

Si en verdad un día hemos venido a Cristo, sólo volviéndonos a Su Palabra y manteniendo una comunión íntima con Él, seremos confrontados y lograremos que Su marca de excelencia resplandezca en y a través de nosotros y nos permita ser verdaderamente la sal y luz que este mundo necesita.

Esto es coherente con la Palabra:

“Ya vosotros estáis limpios por la Palabra que os he hablado. Permaneced en mí, y yo en vosotros…el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer”. (Juan 15:3-5)

Y ésta se complementa con el claro desafío de nuestro Dios:

 

como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo”. (1 Pedro 1:14-16)

Sólo la Palabra y una comunión íntima con Cristo, transformará nuestra mente para que consecuentemente seamos canales de transformación en nuestro entorno.

Para cerrar, citaremos una extraordinaria reflexión del Dr. Núñez, que con certeza tocará el corazón de los lectores como ha tocado el de la autora:

“…quizás uno de los aspectos más destacados fue Su vida de servicio [de Jesús], sobre todo si se considera que Él es el Creador del mundo, y aun así se dispuso a servir a la criatura.  Cuando se piensa que el Dios del universo, el que sustenta todo con la Palabra de Su poder (Hebreos 1:3), fue capaz de llegar a arrodillarse para lavar los pies de Sus discípulos, esto es algo que va más allá, de lo que la mente y el corazón humano puede asimilar”. (Núñez, Jesús, el hombre que desafió al mundo y confronta tu vida 2018)

¡No hay mayor ejemplo de excelencia que éste! ¡No hay justificación que valga frente a un liderazgo que se ha desviado en lo profano de su cultura!

 

[1] Jane Overstreet, UnLeader: The Surprising Qualities of a Valuable Leader (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 2011), 3.

[2] Miguel Núñez, Vivir con Integridad y Sabiduría: Persigue los valores que la sociedad ha perdido (Nashville, TN: B&H Publishing Group, 2016), 40.

Tope Popoola, Entrevista sobre liderazgo, 2020.

 

Un corazón marcado por la excelencia de Dios

“Se dice que el hombre persigue la imagen de Dios, no en lo que respecta a su cuerpo,                      sino en cuanto supera a otros animales…por su razón e inteligencia».

St. Tomás

Muy contenta de compartir un nuevo artículo de la serie sobre la «Excelencia de Dios». ¡Disfrútenlo!

Habiendo comprendido que la marca de la excelencia de Dios es Su imagen impregnada en el alma del ser humano; y más aún, habiendo comprendido que Jesús es la imagen viva, la reproducción exacta del Dios Padre Creador; está claro que se ha trazado el camino preciso para dilucidar como el corazón de Dios se refleja en el corazón del ser humano.

Consideremos aquí el razonamiento de Santo Tomás, que reza así:

“Se dice que el hombre persigue la imagen de Dios, no en lo que respecta a su cuerpo, sino en cuanto supera a otros animales. Por lo tanto, cuando se dice: ´Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza´, se agrega, ´y que tenga dominio sobre los peces del mar…´ (Génesis 1:26). Ahora bien, el hombre supera a todos los animales por su razón e inteligencia; por lo tanto, según su inteligencia y razón, que son incorpóreas, se dice que el hombre está de acuerdo con la imagen de Dios”. (Piper, Desiring God 1971)

John Piper, en su estudio “The Image of God” [La imagen de Dios], comparte en esta línea el siguiente sustento:

“Los primeros padres de la Iglesia estaban bastante de acuerdo en que la imagen de Dios en el hombre consistía principalmente en las características racionales y morales del hombre, y en su capacidad de santidad”. (Piper, Desiring God 1971)

Así, Dios ha depositado en el corazón del ser humano una parte de Su ser, estableciendo una gran diferencia entre la creación del hombre y la mujer; y los demás seres creados, tal es el caso de los animales, quienes no llevan en sí la imagen del Dios Trino Creador.  

De acuerdo con el análisis de David Casas y Russell Fuller, en su artículo “God´s Image – The Difference Maker” [La imagen de Dios: El Creador de la Diferencia], al examinar en qué se parece el hombre a Dios, se excluye por supuesto el cuerpo físico ya que Dios es Espíritu (Juan 4:24). Y, por otro lado, se excluyen las limitaciones de la criatura ya que Dios es infinito, eterno e inmutable en todos sus atributos (Salmo 90:2; Malaquías 3:6; Jeremías 23:24). El hombre en cambio se parece a Dios al tener un espíritu libre, racional y personal, que incluye, dicen los autores, una conciencia con la ley de Dios escrita en su corazón; por lo tanto, el hombre puede gobernar sobre la naturaleza de una manera similar a como Dios reina.[1] Citemos aquí Romanos 2 para sustentar esta verdad:

“Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos, en el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi Evangelio”. (Romanos 2:14-16)

Por lo tanto, el corazón del ser humano no sólo que está marcado por la imagen de Dios, sino que la ley misma de Dios ha sido escrita en él.  Y esto, sin excepción alguna, todos los seres humanos, hombres y mujeres, niños y niñas, sanos y enfermos, sin distinción socioeconómica. Absolutamente todos somos portadores de la imagen de Dios; y, todos llevamos en nuestro corazón escrita la ley de Dios. De igual forma tanto para creyentes como para incrédulos. ¡Toda la creación humana, sin excepción!

El hecho de que el ser humano se asemeje a Dios, que su corazón tenga la marca de excelencia de Dios, tiene al menos tres profundas implicaciones.

  1. La imagen de Dios establece la dignidad humana

De acuerdo con el estudio de Casas y Fuller, las siguientes son dichas implicaciones[2], que las detallaremos una por una.

Aquí cabe exponer el pensamiento ateísta y el panteísta. Según los autores citados, al negar la imagen de Dios, el ateísmo disminuye la dignidad humana y reduce al hombre a un evento fortuito o casual, como si fuese un producto evolutivo de la materia, o un simple animal. El panteísmo, en cambio, niega la imagen de Dios y disminuye por el contrario la dignidad humana al exaltar toda la naturaleza como una manifestación de Dios.

Las Escrituras, sin embargo, testifican acerca de la dignidad del hombre. Al ser éste creado a la imagen y semejanza de Dios, lo posiciona por sobre toda la naturaleza. Para el efecto, citemos dos pasajes muy apropiados:

“Le has hecho poco menor que los ángeles, y lo coronaste de gloria y de honra. Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos; todo lo pusiste debajo de sus pies…” (Salmo 8:5-6)

“Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?” (Mateo 6:26)

2. La imagen de Dios establece la santidad de la vida

Los autores señalan que las culturas ateas rechazan la santidad de la vida en tanto se devalúa la vida de los nacidos y no nacidos como política de estado. No obstante, la Palabra de Dios protege la santidad de la vida en sus leyes. Y con respecto a este tema, anteriormente (en artículos previos) se ha discutido suficientemente lo expuesto en Génesis 9:6. Dios decreta que, si alguien comete asesinato, el asesino debe igualmente perder su vida, porque el hombre es hecho a la imagen de Dios. Los autores aquí enfatizan que el crimen es realmente un asalto directo en contra de Dios. De hecho, en una situación, así como la expuesta en Génesis 9:6, Dios buscará personalmente al asesino y lo tendrá como responsable.

En esta línea, es interesante como John Calvin observó que debido a que el hombre es el portador de la imagen de Dios, Dios se considera a sí mismo «violado en su persona”, se considera en otras palabras como “la víctima”. Por lo tanto, dice, no se puede dañar a otro ser humano sin herir a Dios mismo.

Los autores concluyen que Dios creó la vida del hombre sagrada. De destruirse esta vida, no hay otro camino más que el juicio divino.

3. La imagen de Dios establece la necesidad para la redención de Dios

De no tener el hombre la imagen de Dios en su ser, en su corazón, el plan de redención simplemente no existiría. Cabe clarificar, que lo expuesto no implica que poseer la imagen de Dios da derecho a los pecadores a la redención, pero la redención requiere que los pecadores hayan sido creados a Su imagen.

Es tremendamente interesante como Casas y Fuller exploran este tema. Y dicen que el propósito de Dios para enviar a Su Hijo a semejanza del hombre era renovar la imagen de Dios en la humanidad a través del Evangelio. Examinemos Efesios 4:

“y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad”. (Efesios 4:24)

De hecho, los cristianos han sido conocidos y predestinados para conformarse a la imagen de su Hijo, de acuerdo con Romanos 8:

“Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conforme a la imagen de Su Hijo, para que Él sea el primogénito entre muchos hermanos”.  (Romanos 8:29).

Así, el evangelio, una vez recibido, renueva la imagen que fue estropeada tanto por el pecado de Adán como por nuestro propio pecado para que el creyente pueda «llevar la imagen de lo celestial»:

“Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante…Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial”. (1 Corintios 15:45,49)

Debido a que Dios nos creó a Su imagen, siendo así coronados con gloria y honor, y debido a Su gracia infinita hacia nosotros los pecadores que no lo merecemos, Dios envió a Su Hijo para redimirnos.

Como seres humanos, somos tremendamente privilegiados porque nuestro corazón ha sido marcado con la imagen misma del Dios invisible. Nos ha otorgado dignidad y santidad. Ha infundido valor en nosotros, sin importar nuestra condición.

Y no sólo ello, sino que en medio de nuestra condición de pecado, condición que nos separa y quebranta la comunión con nuestro Creador; y que incluso por causa de ésta, somos juzgados, señalados o desechados por nuestro entorno; es asombroso conocer que Él mismo ha preparado el camino para nuestra redención y restauración. Jesucristo, la imagen del Dios invisible, es tal camino. Y aquí cabe citar 2 Corintios:

 “Pero si nuestro Evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del Evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios”. (2 Corintios 4:3-4)

Así, por todo lo expuesto, está claro que Jesús es la imagen y la plenitud de Dios; por lo tanto, los seres humanos reestablecen la imagen de Dios en su corazón, en su ser; en tanto Cristo viene a ser el centro mismo de sus vidas.

La excelencia del corazón de Dios fue definitivamente impregnada en nuestro corazón, ahora somos nosotros quienes debemos expandir el corazón de Dios donde quiera que vayamos”.[3]


[1] David Casas and Russell Fuller, “God´s Image – The Difference Maker,” Answers in Genesis, https://answersingenesis.org/are-humans-animals/gods-image-difference-maker/

[2] David Casas and Russell Fuller, “God´s Image – The Difference Maker,” Answers in Genesis, https://answersingenesis.org/are-humans-animals/gods-image-difference-maker/

[3] Cecilia Yépez, “La Excelencia comienza en el corazón – Parte 2”, Blog “Hacia la Excelencia”, https://hacialaexcelencia.org/2017/04/10/la-excelencia-comienza-en-el-corazon-part-2/