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La cultura de Cristo es la cultura del Reino de Dios

¡No hay justificación que valga frente a un liderazgo que se ha desviado en lo profano de su cultura!

 

Jane Overstreet, la autora a quien ya nos hemos referido en artículos anteriores, menciona que luego de trabajar más de veinte años con líderes cristianos alrededor del mundo, ha observado que su estilo de liderazgo se parece más a la cultura en que cada líder vive, que realmente a la cultura y los valores del Reino de Dios.[1] Y puntualiza enfáticamente:

“Cada cultura pone una máscara ligeramente diferente en esas cualidades de liderazgo que aprecia, y todas nuestras culturas están terriblemente quebrantadas. Quizás algunas son significativamente peores que otras, pero ninguna de ellas refleja con precisión los valores de Dios. Los valores del reino de Dios son contraculturales para toda cultura terrenal”. (Overstreet 2011)

En esta línea y para fines de esta investigación, tuvimos la oportunidad de entrevistar a Tope Popoola, prominente líder y autor nigeriano, quien regularmente ofrece conferencias y consultorías en temas relacionados con liderazgo, gerencia, marketing y emprendimiento en varios países del mundo. Para Popoola, al preguntarle, ¿qué debe hacer un líder cristiano para que en su actuar prevalezca la cultura de Cristo en lugar de la cultura de su entorno? Esto es lo que nos respondió:

“La cultura de Cristo es la cultura del Reino de Dios. Nuestro llamado es dar a conocer a Cristo en todas las esferas de la existencia humana…Estamos llamados a traer el cielo a la tierra, no llevar la tierra al cielo. Cuando nos preguntamos antes de tomar cualquier acción, ´¿Cómo manejaría Jesús este asunto?´ y seguimos adelante para hacer lo que Él haría, independientemente de lo que pueda ser popular o tendencia, hacemos cumplir la cultura de Cristo. Quien lo haga debe obligadamente morir a sí mismo y morir hacia la opinión pública popular. ¡El reino de Dios no es un concurso de popularidad! Los que no pueden soportar algo, caerán por cualquier cosa…He tenido que oponerme a mi cultura con respecto a varias tradiciones. Al principio no fue fácil, pero llegaron a respetarme por mis decisiones”. (Popoola, Interview on Christian Leadership 2020)

Paralelamente a este importante desafío; y del mismo modo, para fines de esta investigación realizamos también una encuesta al azar dirigida a público cristiano. Participaron 118 personas, de 21 países, representando a los 5 continentes.

Al solicitarles, en una de las preguntas, que escojan en rango de prioridad las características de un “líder siervo” que los líderes cristianos necesitan poner en práctica de modo que reflejen verdaderamente la excelencia de Cristo; el sistema de votación arrojó los siguientes resultados, de entre 10 características propuestas: “practicar disciplinas espirituales:  orar, ayunar, leer la Biblia”, en primer lugar; y, “actuar con integridad”, en segundo lugar. De acuerdo con el sistema de votación, éstas fueron las características con mayor puntaje y consecuentemente aquellas consideradas como prioritarias para los encuestados. 

Y estos resultados apuntan definitivamente al meollo del problema.  Si los líderes cristianos no caminamos en comunión íntima con Dios, será obvio que estaremos más propensos a caminar reflejando nuestra propia cultura, una cultura quebrantada por el pecado, y no la cultura del Reino de Dios.

Como líderes cristianos, como hijos e hijas de Dios, ¿a quién representamos? Bueno, la Palabra nos ha dado el título de “Embajadores de Cristo” (2 Corintios 5:20). Por lo tanto, nuestro actuar debe reflejar tal título; en tanto representamos a Cristo Jesús, la imagen del Dios invisible, al Dios Creador de cielos y de la tierra, de todo el universo. ¡Qué enorme privilegio! ¡Y qué enorme responsabilidad el ser embajadores del Reino de Dios! Con certeza, lejos estaría de nosotros, el actuar como aquellos embajadores del mundo, que muchas veces se han visto envueltos en escándalos de corrupción.

Verdaderamente causa vergüenza, frustración y gran dolor cuando vemos a la Iglesia que no actúa a la altura de Cristo; un liderazgo que se ha acomodado a la cultura de su medio, perdiendo de vista la cultura del Reino de Dios.

Vivimos en una cultura posmoderna, que tristemente ha negociado sus valores, se ha envuelto en lo profano. Como dice, Miguel Núñez, cuando vivimos en una cultura como ésta, sino procuramos a toda costa evitarla, sus efectos terminarán contaminándonos y entonces lo profano se volverá normal en nuestras vidas.[2]

Hoy más que nunca necesitamos un liderazgo que se vuelva a la FUENTE, como dice Popoola, para que recuperemos los valores del Reino.  No se trata de jerga evangélica; lo cual es tan común al menos en Latinoamérica. Pensamos que si nos tratamos de “hermanos”, decimos: “Gloria a Dios”, “Amén”, “Aleluya”, “Bendiciones”; ya somos cristianos.  Pero no es así. Hay un mundo que nos observa y juzga severamente y delante del cual hemos deshonrado el nombre de excelencia de nuestro Dios Trino Creador, el nombre de nuestro Salvador.

Si en verdad un día hemos venido a Cristo, sólo volviéndonos a Su Palabra y manteniendo una comunión íntima con Él, seremos confrontados y lograremos que Su marca de excelencia resplandezca en y a través de nosotros y nos permita ser verdaderamente la sal y luz que este mundo necesita.

Esto es coherente con la Palabra:

“Ya vosotros estáis limpios por la Palabra que os he hablado. Permaneced en mí, y yo en vosotros…el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer”. (Juan 15:3-5)

Y ésta se complementa con el claro desafío de nuestro Dios:

 

como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo”. (1 Pedro 1:14-16)

Sólo la Palabra y una comunión íntima con Cristo, transformará nuestra mente para que consecuentemente seamos canales de transformación en nuestro entorno.

Para cerrar, citaremos una extraordinaria reflexión del Dr. Núñez, que con certeza tocará el corazón de los lectores como ha tocado el de la autora:

“…quizás uno de los aspectos más destacados fue Su vida de servicio [de Jesús], sobre todo si se considera que Él es el Creador del mundo, y aun así se dispuso a servir a la criatura.  Cuando se piensa que el Dios del universo, el que sustenta todo con la Palabra de Su poder (Hebreos 1:3), fue capaz de llegar a arrodillarse para lavar los pies de Sus discípulos, esto es algo que va más allá, de lo que la mente y el corazón humano puede asimilar”. (Núñez, Jesús, el hombre que desafió al mundo y confronta tu vida 2018)

¡No hay mayor ejemplo de excelencia que éste! ¡No hay justificación que valga frente a un liderazgo que se ha desviado en lo profano de su cultura!

 

[1] Jane Overstreet, UnLeader: The Surprising Qualities of a Valuable Leader (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 2011), 3.

[2] Miguel Núñez, Vivir con Integridad y Sabiduría: Persigue los valores que la sociedad ha perdido (Nashville, TN: B&H Publishing Group, 2016), 40.

Tope Popoola, Entrevista sobre liderazgo, 2020.

 

De Señor a siervo – Del cielo a la cruz

“[El liderazgo cristiano] busca servir. Anima e inspira. Respeta en lugar de explotar a otros. Refleja, ora y actúa conforme las palabras de Jesucristo…»

Anthony D’Souza

Anthony D´Souza, en su libro “Developing the Leader within you” [Desarrollando el líder que está en usted] manifiesta que al discutir sobre habilidades de liderazgo y gerencia de personas debemos recordar que el liderazgo cristiano implica servicio. Y que de hecho cuando se considera a la Iglesia o a instituciones para eclesiásticas, este concepto de servicio se asimila más fácilmente. Sin embargo, cuando se trata de corporaciones y negocios en general, el término “servicio” se lo ve como que estaría fuera de lugar.

D´Souza expresa que parte de la confusión puede surgir de la falta de entendimiento del verdadero concepto de liderazgo. Y enfatiza que para muchos, liderazgo implica poder, autoridad, honor, prestigio, o ventaja personal. Y por supuesto, nada de eso constituye el liderazgo cristiano, acentúa.[1] Y, de hecho, así lo describe:

“[El liderazgo cristiano] busca servir. Anima e inspira. Respeta en lugar de explotar a otros. Refleja, ora y actúa conforme las palabras de Jesucristo: ´…sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos´ (Mateo 20:26-28)”. (D´Souza, Developing the Leader within You 1994)

Aquí cabe destacar que si bien el liderazgo de servicio es un concepto atemporal, la frase «liderazgo de servicio» fue acuñada por el reconocido autor Robert K. Greenleaf, en su ensayo, “The Servant as Leader” [El siervo como líder], ensayo que fue publicado originalmente en 1970.[2] En dicho ensayo, Greenleaf manifestó:

“Un líder siervo se centra en el crecimiento y el bienestar de las personas y las comunidades a las que pertenecen. Si bien el liderazgo tradicional generalmente implica la acumulación y el ejercicio del poder por parte de uno en la «cima de la pirámide», el liderazgo de servicio es diferente. El líder siervo comparte el poder, prioriza las necesidades de los demás y ayuda a las personas a desarrollarse y desempeñarse lo mejor posible”. (Greenleaf, Center for Servant Leadership 2016)

Si el liderazgo de servicio como frase fue acuñada y difundida desde los 70s; su concepto, su esencia misma son tremendamente más antiguos; de hecho, atemporal como bien lo ha dicho Greenleaf. Y es que hace más de 2.000 años, en realidad el liderazgo de servicio fue modelado, practicado y difundido por nuestro Señor Jesucristo.

Al inicio del ministerio de Jesús, fue Él quien enseñó liderazgo a Sus discípulos, tanto con la exposición de Su Palabra como a través de Sus obras. Definitivamente, los líderes empoderados, dice Anthony D´Souza, son aquellos que desafían el statu quo y forjan nuevos caminos. De hecho, Jesús enseñó a Sus discípulos a que sean líderes que cambien actitudes y tradiciones, como por ejemplo se expone Mateo 23:1-36 y Marcos 7:9,13.[3]

En “Empowering Leadership” [Empoderando el liderazgo], otro de los libros del autor Anthony D´Souza, claramente se expresa:

“Con el poder de las Escrituras, con la persuasión de las vívidas parábolas y con el patetismo del ejemplo de Su propia vida, Él [Jesús] les enseñó [a sus discípulos] a liderar a su gente”. (D´Souza, Empowering Leadership 2001)

Nadie podría negar que el estilo de liderazgo de Jesús fue único e inusual. Observemos algunas instancias, durante las cuales Jesús proveyó liderazgo, así:[4]

Para fines de este estudio, analizaremos más de cerca un caso de los arriba expuestos. Y nos enfocaremos en aquel relacionado con la mujer que estuvo a punto de ser apedreada por los fariseos, cuya historia la encontramos en Juan 8:3-11.

Robert K. Greenleaf, en su ensayo, “The Servant as Leader” [El siervo como líder], analiza el liderazgo de Jesús en este pasaje desde la siguiente perspectiva:

“Un líder debe tener más armadura de confianza para enfrentar lo desconocido, más que aquellos que aceptan su liderazgo…una creencia muy firme que en el estrés de las situaciones de la vida real uno pueda actuar en una forma que le permita que funcione el proceso creativo…Jesús se sienta allí escribiendo en la arena…En la presión del momento, habiendo evaluado la situación racionalmente, él asume la actitud de retirada que le permitiera tener una visión creativa para funcionar…Y vino una grande, una que ha mantenido la historia viva durante 2.000 años: ´El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella´”. (Greenleaf, The Servant as Leader 2008)

¿Quién pudo haberse resistido a estas palabras? ¿Quién pudo haberlas refutado? Como dice Greenleaf, Jesús pudo haber deleitado a la multitud con argumentos racionales sobre la superioridad de la compasión por sobre la tortura. Pudo haber presentado un buen argumento lógico para ello.[5] ¡Pero no lo hizo! Y más bien, con autoridad y conocimiento planteó el desafío ya expuesto, y entonces, la multitud fue dando un paso atrás, uno a uno:

“Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio”. (Juan 8:9)

Jesús era un líder, tenía una meta y ésta evidentemente era traer más compasión a las vidas de las personas.[6]

“Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más”. (Juan 8:10-11)

Claramente Jesús, como líder siervo, demostró en este episodio su total compasión por los quebrantados de corazón y aún por los pecadores. Tan cierto como que esta mujer había pecado, también era cierto que había sido humillada públicamente; y Jesús respondió de modo inmediato en su defensa y protección, resguardando su dignidad; sin que esto signifique que haya tolerado su pecado. Todo lo contrario, tal como lo dice Su Palabra, Jesús no la condenó, pero sí fue enfático en direccionarla a una vida que no contemple el pecado como una alternativa.

Y así, siguiendo con nuestro análisis sobre el liderazgo de servicio, el reconocido D.L. Moody planteó la siguiente reflexión:

“La medida de un hombre no es cuántos siervos tiene, sino a cuántos hombres él sirve”. (Núñez, Jesús, el hombre que desafió al mundo y confronta tu vida 2018)

Cabe entonces denotar que Jesús, la imagen del Dios invisible; de hecho, el Creador mismo del universo, fue visto en diferentes y muchas instancias, en calidad de siervo. Es inconcebible como lo afirma el Dr. Miguel Núñez, que el Creador del mundo fuera visto sirviendo a la criatura. Que quien sustenta el universo (Hebreos 1:3), se arrodillara para lavar los pies de sus discípulos (Juan 13:1-17).[7]

Pero Jesús, a lo largo de su vida terrenal nos dejó, sin lugar a dudas, un modelo de servicio y humildad. Y para sustentar lo dicho, analicemos cómo desde la encarnación de Jesús hasta Su muerte, esto fue una tremenda realidad. Para el efecto, nos referiremos al extraordinario estudio que presenta Miguel Núñez, en su libro, “Jesús, el hombre que desafió al mundo y confronta tu vida”.[8]

Jesús, desde antes de la creación del mundo, existía en forma de Dios, pero no consideró el ser igual a Dios. Se humilló, fue obediente y obediente hasta la muerte de cruz. “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”. (Filipenses 2:5-8)
Al entrar a este mundo, lo hace en un pesebre, carente de todo; sólo con la compañía de sus padres terrenales. “Aconteció en aquellos días, que se promulgó un edicto de parte de Augusto César, que todo el mundo fuese empadronado. Este primer censo se hizo siendo Cirenio gobernador de Siria. E iban todos para ser empadronados, cada uno a su ciudad. Y José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por cuanto era de la casa y familia de David; para ser empadronado con María su mujer, desposada con él, la cual estaba encinta. Y aconteció que estando ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento. Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón”. (Lucas 2:1-7)
A la hora de servir, Jesús nunca solicitó a sus discípulos que hicieran algo, que Él no lo hubiese hecho antes. “Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis”. (Juan 13:13-15)
En su entrada triunfal a Jerusalén, a la hora de ser aclamado como Rey, lo hace en un burro y no en un caballo como era lo usual para la realeza. “Dicho esto, iba delante subiendo a Jerusalén. Y aconteció que llegando cerca de Betfagé y de Betania, al monte que se llama de los Olivos, envió dos de sus discípulos, diciendo: Id a la aldea de enfrente, y al entrar en ella hallaréis un pollino atado, en el cual ningún hombre ha montado jamás; desatadlo, y traedlo. Y si alguien os preguntare: ¿Por qué lo desatáis? le responderéis así: Porque el Señor lo necesita. Fueron los que habían sido enviados, y hallaron como les dijo. Y cuando desataban el pollino, sus dueños les dijeron: ¿Por qué desatáis el pollino? Ellos dijeron: Porque el Señor lo necesita. Y lo trajeron a Jesús; y habiendo echado sus mantos sobre el pollino, subieron a Jesús encima”. (Lucas 19:28-35)
Jesús en Su primera venida, trajo un mensaje de paz y no de guerra, con el único propósito de reconciliar al hombre con Dios. Por ello, para cumplir este propósito, el único camino era la cruz. “Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; más Jehová cargó en Él el pecado de todos nosotros. Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca”. (Isaías 53:6-7)

“por cuanto agradó al Padre que en Él habitase toda plenitud, y por medio de Él [Jesús] reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de Su cruz”. (Colosenses 1:19-20)

Con todo lo expuesto, es importante que nosotros, como líderes siervos, comprendamos esta profunda enseñanza, de modo que nuestro liderazgo refleje el carácter de Jesús y replique su modelo de liderazgo. Núñez, así lo resume:

  • “No hay exaltación sin humillación: la encarnación primero y la glorificación después.
  • No hay gloria sin sufrimiento: la cruz y luego la gloria.
  • No hay corona sin cruz: primero el servicio y luego la coronación”. (Núñez, Jesús, el hombre que desafió al mundo y confronta tu vida 2018)

Y magníficamente añade:

“En una sola frase pronunciada por Jesús se encuentra Su modelo de liderazgo: ´el Hijo del Hombre no vino a ser servido, sino para servir´(Mateo 20:28). Su vida de servicio honró tanto al Padre que, en Filipenses 2:9-11, el apóstol Pablo dice que el Padre le dio un nombre sobre todo nombre ´para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre´.” (Núñez, Jesús, el hombre que desafió al mundo y confronta tu vida 2018)

¡Extraordinariamente el Señor de señores se humilló como siervo, dejó su trono en el cielo, se despojó de su realeza y aún no escatimó el ser igual a Dios; y vino a la tierra con un solo propósito, reconciliar al pecador con Dios, dando su vida en rescate por muchos; se humilló hasta lo sumo y fue obediente hasta la muerte de cruz! Murió de modo que, a través de Su muerte, ¡los pecadores tengamos vida y vida en abundancia!

[1] Anthony D´Souza, Developing the Leader within You (Singapore: Haggai Centre for Advanced Leadership Studies, 1994), 4-5.

[2] Robert K. Greenleaf, “The Servant as Leader,” https://www.greenleaf.org/what-is-servant-leadership/

[3] Anthony D´Souza, Empowering Leadership (Singapore: Haggai Institute, 2001), ix-xi.

[4] Anthony D´Souza, Empowering Leadership (Singapore: Haggai Institute, 2001), x.

[5] Robert K. Greenleaf, The Servant as Leader (Westfiel, IN: The Greenleaf Center for Servant Leadership, 2008), 29.

[6] Robert K. Greenleaf, The Servant as Leader (Westfield, IN: The Greenleaf Center for Servant Leadership, 2008), 29.

[7] Miguel Núñez, Jesús, el hombre que desafió al mundo y confronta tu vida (Nashville, NT: B&H Publishing Group, 2018), 37.

[8] Miguel Núñez, Jesús, el hombre que desafió al mundo y confronta tu vida (Nashville, NT: B&H Publishing Group, 2018), 38.