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Las guerras, un asunto del corazón…

«La naturaleza del ser humano no es buena en sí misma, su corazón está plagado por el pecado y mientras no vengamos a un genuino arrepentimiento delante de nuestro Creador, nuestro corazón experimentará serios conflictos, falta de paz genuina…»

A la fecha de edición de este artículo los medios nos bombardean con noticias sobre la prolongada guerra entre Ucrania y Rusia; aun son noticia las violentas protestas en Francia que degeneraron entre otras cosas en saqueos e incendios callejeros; y, los muertos por crímenes violentos en Ecuador se cuentan por decenas, en tanto, el país está plagado de una guerra territorial entre organizaciones criminales rivales, según afirman los medios.

Si analizamos a lo largo de la historia, las guerras se han producido debido a una serie de factores que mayormente están relacionados con disputas entre naciones, territorios, grupos étnicos, seguidores de religiones, creencias o ideologías, por causa de desigualdades socioeconómicas, violaciones de los derechos humanos y en general respuestas a agresiones, entre otros factores.

Y lamentablemente los ataques o actos hostiles de una nación o grupo hacia otro pueden incluso provocar respuestas militares y, en última instancia, conducir a lo que todos conocemos como una guerra.

Pero ¿por qué se producen estas disputas, estos ataques o actos hostiles? Sí, más allá de la raíz visible: creencias religiosas, ambiciones geopolíticas, desigualdades. ¿Se ha puesto a pensar que hay más allá de lo visible?

Pues bien, más allá de lo expuesto, de lo expresado, de lo visible, hay algo no necesariamente considerado; y se trata del corazón del ser humano.

Y es que en el corazón del hombre se anidan los sentimientos más insondables que no siempre son expuestos de modo directo hacia afuera, especialmente cuando estos sentimientos no son buenos, honestos, ni probados. Sí, podemos mostrar un rostro sonriente, amistoso, abrazador; pero si viajamos hacia el fondo de ese corazón, muchas veces encontramos hipocresía, mentira, envidia, odio, que no necesariamente lo mostramos, al menos en una primera instancia y dependiendo de los intereses del individuo.

Pues es así, en el corazón del hombre se pueden anidar sentimientos insondables, intereses indescifrables y potencialmente deseos profundos de venganza y destrucción a quien se opone en su camino.

Hagamos un ejercicio, este ejercicio es personal y las respuestas únicamente las sabrá usted y su Creador. Vamos aquí:

  • ¿Ha sentido alguna vez envidia porque su familiar, colega o amigo tiene mejores posesiones que las suyas? Un mejor auto, una mejor casa, un mejor trabajo, un mejor sueldo.
  • Si alguna vez le han hecho daño, le han insultado, ultrajado, dicho una mentira sobre usted, ¿cómo ha reaccionado? Tal vez, ¿se ha producido frustración, tristeza, odio y aun venganza en su corazón?
  • Si alguien alguna vez ha querido apropiarse de lo suyo, cualquier posesión por más pequeña que ésta sea, ¿ha tenido al menos todas las intenciones de salir con todo ímpetu y quitárselo, reclamando que es suyo? Vamos, esto pudo haberle sucedido de niño o niña, o incluso de adulto. ¿Cómo ha reaccionado?

Un pequeño muy pequeño ejercicio que si lo hemos hecho revelará claramente las intenciones de nuestro corazón y que, si éstas no son tratadas apropiadamente, tarde que temprano, pueden degenerar en actos violentos, en conflictos, finalmente en guerras.

Pues bien, la Palabra de Dios nos advierte y dice: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras” (Jeremías 17:9-10).

La naturaleza del ser humano no es buena en sí misma, su corazón está plagado por el pecado y mientras no vengamos a un genuino arrepentimiento delante de nuestro Creador, nuestro corazón experimentará serios conflictos, falta de paz genuina y potencialmente provocará conflictos en su alrededor a menor o mayor escala.

El reconocido Agustín de Hipona manifestó: “El propósito de todas las guerras es la paz”. Sin embargo, este pensamiento no siempre refleja la realidad. No dudamos que en las intenciones de muchos al embarcarse en una guerra esté el genuino y profundo deseo de conseguir la paz para su equipo, para su nación; pero también si somos realistas, muchos se embarcan en una guerra para conseguir sus propios intereses sean válidos o no.

La primera guerra que todo ser humano debemos vencer es la lucha contra el pecado personal – todos somos pecadores, no hay justo ni aun uno –; y la única forma de hacerlo y de vencer es a través de la rendición. Sí, tal como lo leyó, de la rendición. Si reconocemos en lo profundo de nuestro corazón que somos pecadores, que no podemos hacer nada para limpiarnos de nuestro pecado y nos rendimos genuina y totalmente a nuestro Creador, a Cristo Jesús, con certeza venceremos la peor guerra que enfrentamos en toda nuestra vida.

Así es necesario, honestidad para reconocer la verdadera condición de nuestro corazón; humildad para postrarnos en arrepentimiento delante del único y sabio Dios, quien puede perdonarnos y liberarnos; así como valentía para decidir por Cristo Jesús y proclamar que solo Él es el camino, la verdad y la vida que nos conduce a nuestro Creador y Padre, para recibir salvación y transformación.

Las guerras son definitivamente un asunto del corazón.  De hecho, Jesús lo manifestó muy bien: “Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias” (Mateo 15:19). Y entonces, la más frenética guerra que todo ser humano debe batallar con fuerza es aquella contra el pecado y la perdición eterna.

Si desea conocer más sobre el Evangelio de Jesucristo y la vida eterna, no dude en contactarnos.

 

 

La puerta estrecha

«El mal llegará disfrazado de supuesto bienestar, falsa felicidad, fingida paz, de aparentes grandes oportunidades…»

¿Ha tenido usted la oportunidad de atravesar algún camino o puerta estrecha tal vez en su comunidad o en un viaje de turismo? ¿Cómo se sintió?  ¿Fue fácil hacerlo o quizá tuvo alguna dificultad, o tal vez experimentó temor al hacerlo?

Recuerdo que una de las experiencias que tuve años atrás, mientras realizaba un reportaje, fue cuando visité el hogar de una familia de escasos recursos económicos en la costa ecuatoriana. Esta familia vivía en la parte trasera de una casa, ubicada en un barrio de extrema pobreza, con prácticamente ninguna comodidad. Aunque la parte delantera era de cemento, atravesé un pequeño camino lateral considerablemente estrecho para llegar al pequeño lugar que arrendaba la familia que entrevisté. A duras penas logré atravesar este oscuro y angosto pasadizo, lo hice de lado, imposible pasar de frente, el espacio era muy reducido. Mientras pasaba por el costado de esta casa, me sentí supremamente incómoda, con incertidumbre porque no sabía con qué iba a encontrarme al final del pasadizo y si no fuera porque iba acompañada probablemente hubiese sentido también miedo.

Pues bien, Jesús durante el conocido “Sermón de la montaña” instó a sus discípulos y en general a la gran audiencia que lo escuchaba a que “entren por la puerta estrecha”. Concretamente les dijo: “Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan” (Mateo 7:13-14). Esta exhortación la hace extensiva también a nosotros, hoy en día.

Contrario a lo que podríamos pensar, Jesús claramente afirma que amplio es el camino y ancha la puerta que conducen al mal del ser humano. De hecho, el mal jamás se presentará en un inicio con sufrimiento, tragedia, dolor; el mal llegará disfrazado de supuesto bienestar, falsa felicidad, fingida paz, de aparentes grandes oportunidades; pero al final del camino se desenmascará y mostrará su verdadero rostro – la tragedia sin retorno –.

Jesús en el pasaje referido de hecho, está hablando del camino a la vida eterna. Un camino que se inicia en esta Tierra y que cada alma humana tiene la libertad de decidir por dónde  transitar, si por el que conduce a la vida misma; o por el camino que conduce a la muerte eterna.

Le invito entonces a que considere lo siguiente:

  1. Todos los días escuchamos en distintas lugares que “todos los caminos conducen a Dios o al mismo dios”. Pero no es así, no se engañe, ni se deje engañar. El único camino que conduce a la vida eterna es Cristo Jesús. Él mismo dijo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6).
  2. Consecuentemente Jesús es la única puerta que conduce al camino de salvación. Él mismo afirmó: “Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo…” (Juan 10:9)
  3. Y mientras transitamos el camino de salvación, el camino hacia la vida eterna, un camino que muchas veces no será fácil, Jesús será nuestro sustento. Él claramente lo manifestó: “Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás” (Juan 6:35)

El camino de salvación, el camino hacia la vida eterna definitivamente no será fácil, quienes así lo hemos escogido o quienes lo escojan, significará que claramente tendremos que dejar de lado las “aparentes buenas propuestas que la vida nos ofrece”. El camino hacia la vida eterna significa que decidimos caminar por las pisadas de nuestro Maestro, de nuestro Salvador, de nuestro Señor, de nuestro Dios Creador – Cristo Jesús; y estas pisadas representan al menos: amar sacrificialmente, perdonar y a veces a quien no lo merece – humanamente hablando, hablar con la verdad, actuar con integridad. Todo esto, aunque muchas veces sea increíblemente en nuestra contra.

Jesús dijo:  “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33).

Sí, si usted decide escoger la puerta estrecha – Cristo Jesús – como su Salvador Personal, probablemente experimente aflicción a lo largo de su vida aquí en la Tierra; pero con certeza a lo largo del camino y al final de éste hallará la paz que sobrepasa todo entendimiento. Y que sólo se la halla en una relación íntima con Cristo Jesús, nuestro Salvador personal, el único Dios verdadero. Pero si no lo hace, lamentablemente, su destino será –tragedia sin retorno–; en otras palabras, ¡su destino será el infierno, un verdadero lugar de tormento eterno!

Ahora, usted está a solo un paso de experimentar esa paz, que nadie le arrebatará. Ore así:

Dios, Creador del universo y de todo lo que hay en él, reconozco que soy un pecador y hoy te pido perdón de todo corazón. Perdóname y límpiame de todo mal en mi vida y recíbeme como a uno de tus hijos y enséñame a caminar con corazón íntegro delante de ti y delante de quienes me rodean. Hoy declaro que Jesús, tu Hijo, es mi Salvador y que por Su sangre derramada en la cruz, hoy soy perdonado de todos mis pecados. Gracias Dios todopoderoso por tu gran misericordia y por regalarme hoy la vida eterna en tu Reino. Oro todo esto en el Nombre de Jesús, tu hijo amado. Amén.

 

 

¡El milagro más grande del mundo!

 

Milagro: «Hecho no explicable por las leyes naturales…»

 

¿Ha experimentado usted un milagro en su vida? Con certeza algunos de nuestros lectores responderán afirmativamente con toda convicción. Otros probablemente duden si acaso lo habrán experimentado o no; y otros con seguridad dirán ¡pues…no!

Pero bien,  ¿qué es un milagro?, y para explicarlo tomaremos la definición del diccionario de la Real Academia Española: “Hecho no explicable por las leyes naturales y que se atribuye a intervención sobrenatural de origen divino”.

Con esta clara definición, la verdad es que todos los seres humanos creo que podríamos responder afirmativamente, si nos detenemos por un momento y pensamos en nosotros, en nuestro nacimiento y en realidad analizamos desde el momento cuando fuimos concebidos. Aquella extraordinaria formación de cada uno de nosotros en el vientre de nuestra madre y nuestra llegada a este mundo, es ya, un maravilloso milagro. Pensar en la formación de cada criatura en el vientre materno, nos llena de mucha ternura, pero a la vez de un magnificente asombro – La concepción es la partida para el inicio de la vida y luego una jornada de 9 meses de formación y crecimiento previo al gran día del nacimiento de un pequeño niño o una pequeña niña – ¡es verdaderamente un tierno y a la vez grandioso milagro! Y sí “milagro” porque va más allá de la tierna criatura que podemos cargar en nuestros brazos. Esa pequeña criatura tiene un espíritu que la conecta con Su Creador, un alma que a lo largo de su vida reflejará su carácter y un cuerpo físico a través del cual se conectará en su entorno.

No obstante, extraordinario como es el milagro de la vida; definitivamente existe un milagro aun más  maravilloso. Sucedió un día, pero su impacto es eterno. De hecho, este milagro también está relacionado con la vida; pero más bien, con el “Autor de la vida” – Jesucristo.

Hace un par de días el mundo cristiano celebró con gran regocijo el “Domingo de Resurrección”. Pero este evento extraordinario representa más que un día de celebración. Sucedió hace poco más de 2000 años. Sin embargo, historiadores, antropólogos, científicos y el común de los seres humanos siguen hablando, analizando, debatiendo o simplemente aceptando en fe este extraordinario acontecimiento.  

Jesús, el Hijo de Dios, fue condenado “humanamente” a muerte y muerte de cruz; sin embargo, Su muerte fue parte del plan divino. De hecho, Jesús mismo dijo:  “Nadie puede quitarme la vida sino que yo la entrego voluntariamente en sacrificio. Pues tengo la autoridad para entregarla cuando quiera y también para volver a tomarla. Esto es lo que ordenó mi Padre” (Juan 10:18).

Y es que el propósito fundamental de Jesús en esta tierra, fue entregar Su vida en sacrificio perfecto para el perdón de pecados de la humanidad. Las Escrituras dicen que “No hay justo ni aun uno” (Romanos 3:10 – RV60); y que “la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23 – RV60).  Por lo tanto, toda la humanidad estábamos condenados a morir por causa del pecado. Sin embargo, el infinito amor de Dios, el Creador, abrió camino para nuestra salvación. Y ese camino fue Jesús. “Yo soy el camino, la verdad y la vida, nadie viene al Padre sino por mí”, dice Jesús (Juan 14:6 RV60).

Como seres humanos estamos completamente perdidos en nuestros pecados. Sólo en Cristo y a través de Cristo, si aceptamos en fe Su sacrificio perfecto en la Cruz, es lo único que nos salva de la maldad de nuestro corazón. Porque quién de nosotros podría decir…“estoy libre de pecado” – nadie, absolutamente nadie.

No obstante, la obra de la cruz estaría incompleta, si Cristo no hubiese resucitado. El Apóstol Pablo nos dice en 1 Corintios 15:17 – NTV “ y si Cristo no ha resucitado, entonces la fe de ustedes es inútil, y todavía son culpables de sus pecados”.

En la Cruz, Cristo cargó con la maldad del mundo, cargó con nuestra culpa;  el Siervo puso Su vida en lugar de la nuestra. El Justo murió por los injustos. Sin embargo, Cristo  – el Autor de la vida, al tercer día se levantó de la tumba triunfante y victorioso. En la resurrección, Cristo venció a la muerte, demostrando entonces Su Deidad, Su poder y Su gloria.

¿Asombrado con el milagro de la vida, con su vida? Pues confío que esté aun más asombrado con el milagro de la resurrección de Cristo. Él no está más en una cruz, Su tumba está vacía, Él está vivo y Jesús tiene el poder de traerlo a usted de muerte a vida, de las tinieblas de este mundo lleno de pecado, a una vida plena, llena de Su luz admirable, una vida llena de esperanza, una vida transformada llena de la presencia misma del Dador de la Vida – Cristo Jesús, quien anhela guiarle y sostenerle con profundo amor, paso a paso, minuto a minuto; como un Padre que cuida de su hijo o hija momento tras momento.

No espere más, el Cristo resucitado está llamado a las puertas de su corazón:  “porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo” (Romanos 10:13). Y si acepta esta invitación, usted también será partícipe del “milagro más grande del mundo” – “Si nuestra esperanza es que Cristo nos ayude solamente en esta vida, no hay nadie más digno de lástima que nosotros. Sin embargo, ¡Cristo resucitó! Esto nos enseña que también resucitarán los que murieron (1 Corintios 15:19-20 – TLA).

¡Cristo verdaderamente ha resucitado!

La puerta de escape para tu alma

“Dios probó Su amor en la Cruz. Cuando Cristo estuvo allí colgado, derramó Su sangre, y murió; fue Dios ahí diciéndole al mundo, ‘Te amo’”.

Billy Graham

Qué es lo primero que pensarías, si de repente cayeras en un pozo oscuro y tenebroso, y no ves en absoluto una forma de salir de allí. Pero de pronto escuchas una voz como del cielo, cuando desde arriba te dice, “hay una sola puerta de escape, yo te conduciré”.

Con certeza, en mi caso, prestaría atención absoluta a esa voz milagrosa que me ofrece ayuda para encontrar la única puerta de escape, la única forma de salir de aquel pozo.

Pues bien, nuestra alma vive en un pozo oscuro y tenebroso hasta que encuentre “la puerta de escape” – “la puerta de salida” y esa única puerta de escape es Jesucristo. No hay otro camino, no hay otra salida, no hay otra puerta de escape – Jesucristo es el Camino, la Verdad y la Vida (Juan 14:6).

Jesucristo es el único camino para la salvación del ser humano. Jesucristo es la salvación para el alma en depresión, para el alma en esclavitud, para el alma en desesperación. Jesucristo es la salvación para el alma que anhela salir de la cárcel de la desesperanza.

Refiriéndose a Jesucristo, el reconocido evangelista y autor Billy Graham, manifestó: “Dios probó Su amor en la Cruz. Cuando Cristo estuvo allí colgado, derramó Su sangre, y murió; fue Dios ahí diciéndole al mundo, ‘Te amo’”.

El eterno amor del Dios Creador de cielo y tierra, del universo y de todo lo que hay en él, está constantemente diciéndole al ser humano “hay una sola puerta de escape para tu alma, yo te conduciré”.

 

Te invito a que te pasees por los cuatro pasos simples pero de profundo significado (cada imagen) que se han posteado en este artículo. Presta absoluta atención a la voz de Dios que hoy te conducirá paso a paso para que halles la salvación para tu alma.

 

 

Si quieres conocer más sobre la salvación a través de Jesucristo, no dudes en escribirnos.

¡Que Dios tu Creador hable profundamente a tu corazón y te conduzca a la salvación en Cristo Jesús!

 

¡Nuevo año – nueva vida!

«La vida del ser humano es tan fugaz».

¡2023 – no es sólo un digito más, representa una nueva oportunidad! Con certeza muchos alrededor del mundo han comenzado a trabajar en sus “resoluciones de nuevo año”, resoluciones que desafortunadamente irán apagándose conforme pasan los días y si acaso un par de meses. Pocos son los que mantienen viva la esperanza y los ojos puestos en alcanzar la meta.

Pero todos deberíamos ir más allá de escribir poéticamente un par de “resoluciones de nuevo año”; y deberíamos tomar un tiempo prudencial para meditar en lo profundo de nuestro corazón y evaluar nuestra vida a la luz de nuestro “manual de vida”. ¿Cuál es ése “manual de vida”, se preguntarán algunos? Pues bien, el único “manual de vida” que cada ser humano tiene y debe tener es la Biblia.

Para algunos la Biblia lamentablemente es ya un libro obsoleto, de antaño, sin valor alguno en la era en la que vivimos. Para otros, la Biblia, es casi casi un “amuleto”, se gozan en tenerlo como un maravilloso adorno y signo de “buena suerte” en alguna de sus habitaciones. Pero felizmente para muchos otros, la Biblia es verdaderamente la Palabra de Dios, es el “manual de vida” que el Creador ha dado a Su Creación y más aun a quienes son Sus hijos e hijas.

Y la Palabra de Dios nos dice “…no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece” (Santiago 4:14).

Y sí, la vida del ser humano es tan fugaz. Es casi un sueño mientras los padres crían a sus pequeños, los ven gatear, caminar, correr y casi desaparecer en la adultez – sus estudios, sus negocios, sus compromisos, sus nuevas familias. “El tiempo vuela” dicen algunos; y en verdad es así. ¿Qué son 70 – 80 años? En algunos casos quizá mucho menos o quizá unos cuantos años más. Pero ¿qué son algunas décadas comparado con la eternidad? El tiempo vuela, la vida terrenal es realmente fugaz.

El Salmista David sabiamente nos dice: “Enséñanos a entender la brevedad de la vida, para que crezcamos en sabiduría” (Salmo 90:12 – NTV). Y es que nadie tenemos garantizado el día de mañana; no obstante, mientras la gracia de nuestro Creador nos permita estar en este planeta, debemos anhelar vivir una vida llena de sabiduría, de amor, de gracia y de servicio al prójimo.

Y quizá todo el que lee puede decir, yo vivo esa vida, pero deberé ser muy clara, nadie vive, ni vivirá una vida verdaderamente sabia, sin haber conocido personalmente al Dador de la vida y a la Fuente de la sabiduría, a Cristo Jesús.

Por ello, en este inicio del Nuevo Año 2023, le invito a evaluar su vida y reenfocarla si es necesario, de modo que el Creador de Cielos y de la Tierra, de todo el universo, no sólo sea Su Creador, sino que le permita entrar en su vida y abrazarlo como sólo un Padre sabe hacerlo.

Y para ello, solo se necesita reconocer 3 cosas simples pero profundas a la vez:

  1. Todos somos pecadores – No hay justo ni aun uno, nos dice la Biblia (Romanos 3:10).
  2. No puedo hacer nada por mí mismo para limpiarme de mis pecados. No hay esfuerzo humano que pueda borrar la maldad que hay en el corazón del hombre (Jeremías 17:9).
  3. Reconozco que sólo el sacrificio perfecto de Cristo en la cruz, es lo único que me limpia de todo pecado y que al aceptar a Jesús como mi único Salvador, es lo único que me trae de muerte a vida, de las tinieblas a la luz. Es el único camino para pasar de “criatura” a “hijo o hija de Dios” (Juan 1:12).

En este inicio del 2023, le animo a tomar la decisión más grande de Su vida, si aun no la hecho. Dios, Su Creador lo está esperando con los brazos abiertos – acepte Su invitación, no la deje para mañana, porque mañana puede ser ya demasiado tarde.

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito (Jesús), para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por Él”.  (Juan 3:16-17)

2023 – Nuevo Año – Nuevo Tú

¡Nuevo Año – nueva vida en Cristo Jesús!

NOTA:  Si le gustaría conocer más acerca de Jesús y como tener una relación personal con Él, por favor, contáctenos.