El alma es precisamente la que fue sellada con la marca de excelencia de nuestro Dios Trino Creador, porque fue hecha a Su imagen:
“Y creó Dios al hombre a Su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Génesis 1:27)
Wernher von Braun, de hecho, reconoció al alma humana como la obra maestra de Dios. Y es en el alma humana que Dios ha impregnado Su imagen:
«Los científicos ahora creen que en la naturaleza, la materia nunca se destruye. Ni siquiera la partícula más pequeña puede desaparecer sin dejar rastro. La naturaleza no conoce la extinción, solo la transformación. ¿Tendría Dios menos respeto por su obra maestra de la creación, el alma humana? Cada persona recibe el regalo de la vida en esta tierra…El conocimiento de que el hombre puede elegir entre el bien y el mal debería acercarlo a su Creador … «. (Federer 2016)
Tan cierto como el análisis de Von Braun, los grandes teólogos y eruditos a lo largo de la historia han estudiado seria y profundamente lo concerniente a la “imagen de Dios”. Y la Palabra en sí nos brinda algunas porciones tanto en el Antiguo como el Nuevo Testamento.
Ya hemos citado anteriormente Génesis 1:26-27 que fundamentalmente tienen que ver con la intención de Dios de crear al ser humano y de hecho con Su acción concreta.
También en Génesis 9 encontramos otro versículo donde se hace alusión a la “imagen de Dios”, así:
“El que derramare sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada; porque a imagen de Dios es hecho el hombre”. (Génesis 9:6)
Erickson comenta que en Génesis 9 el asesinato se prohíbe sobre la base de que el ser humano fue creado en la imagen de Dios. Aunque este pasaje no menciona que los humanos portan aún la imagen de Dios, está claro que lo que Dios ha hecho anteriormente, tiene aún efecto, incluso posterior a la caída.[1]
Citemos ahora un pasaje del Nuevo Testamento donde también se hace referencia al tema en cuestión; y a través del cual las Escrituras evidencian que el ser humano es creado a la imagen de Dios, aún después de la caída.
“[La lengua] con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios”. (Santiago 3:9)
Erickson en su libro “Christian Theology” [Teología Cristiana] presenta algunos puntos de vista acerca de la naturaleza de la imagen de Dios. No obstante, concluye indicando que, al haber varias interpretaciones, esto es una indicación de que no hay una afirmación directa en las Escrituras sobre el tema. Por lo tanto, se deben extraer razonables inferencias de lo poco que la Biblia dice sobre este tema. Y aquí compartimos las más relevantes, según el análisis de Erickson:[2]
- La imagen de Dios es universal dentro de la raza humana. Si se analizan los pasajes Génesis 9:6 y Santiago 3:9-10; observamos prohibiciones de asesinato y maldición, respectivamente. Y estas prohibiciones se aplican sin limitaciones para toda la humanidad, sobre la base de que la humanidad fue creada a la imagen de Dios.
- La imagen de Dios no se ha perdido como resultado del pecado o específicamente de la caída. Así, volviendo al análisis de las prohibiciones del asesinato y de la maldición, éstas aplican tanto a pecadores como a creyentes piadosos. Se asume así la presencia de la imagen y semejanza en los no creyentes. Si éste es el caso, significa que la imagen de Dios es algo que está conectado inseparablemente con la humanidad.
- No hay indicaciones de que la imagen esté presente en una persona en un grado mayor que en otra. Dotaciones naturales superiores como un alto nivel de inteligencia; no es evidencia de la presencia o de un grado determinado de la imagen.
- La imagen se refiere a los elementos en la composición humana que permiten el cumplimiento del destino humano. Se trata de los poderes de la personalidad que de alguna manera hacen a los humanos como Dios, es decir, seres capaces de interactuar con otras personas, de pensar, reflexionar y que tienen voluntad. La creación de Dios tuvo un propósito definido: El humano estuvo destinado a conocer, amar y obedecer a Dios, y a vivir en armonía con otros seres humanos. Y enfatiza Erickson que los humanos son más plenamente humanos cuando están activos en estas relaciones, cumpliendo el propósito de Dios. Menciona aquí también que los atributos de Dios que algunas veces se refieren a los atributos comunicables constituyen la imagen de Dios. Y puntualiza:
“La humanidad en cuanto humanidad tiene una naturaleza que abarca todo lo que constituye la personalidad o el yo: inteligencia, voluntad, emociones. Ésta es la imagen en la que se crearon los humanos, permitiéndoles tener la relación divinamente intencionada con Dios y con los demás humanos, y ejercer el dominio”. (Erickson 2003)
- Es interesante que Erickson hace también mención al pensamiento de Karl Barth, quien dice que la imagen está presente en lo humano en tanto es humano. Y mira la imagen de Dios no sólo consistente en la relación vertical entre el humano y Dios; sino también en la horizontal entre los seres humanos. La imagen está relacionada con el hecho de que Dios creó un ser que, como Él mismo, puede ser un socio.

Así como este chico está sucio cubierto de pintura; así también el pecado mancha al ser humano, mancha la imagen de Dios.
Viene bien destacar aquí una síntesis del estudio de Miguel Núñez, quien manifiesta que la imagen de Dios no ha sido perdida. Sí trastocada, desfigurada, pisoteada, distorsionada; pero, definitivamente no ha sido perdida. Por definición, dice, la imagen de Dios no puede ser perdida porque Dios existe permanentemente. Lo que la distorsionó es el pecado. Como seres humanos tenemos una mente con la cual pensamos, igual que Dios; emociones que sentimos; una inteligencia, un espíritu, existencia, todo esto al igual que Dios. Y en términos de destrucción del alma, no vamos a morir, al igual que Dios. El ser humano pasará al infierno o a la presencia de Dios, dependiendo de que sea un creyente o no; pero, va a seguir existiendo, al igual que Dios. Entonces lo que distorsiona la imagen de Dios es el pecado que entró al hombre. La naturaleza pecaminosa afectó en tanto la mente quedó entenebrecida, ésta distorsiona la percepción de la realidad de lo que el ser humano ve. Igualmente, los sentimientos quedaron afectados, el ser humano se ha vuelto egocéntrico, trata de satisfacer sus propias necesidades egoístamente. Antes de la caída, hubiésemos vivido en la presencia de Dios y no hubiésemos tenido las desviaciones que ahora tenemos.
El Dr. Núñez hace referencia a dos pasajes bíblicos que también fueron antes mencionados en este capítulo, Génesis 9:6 y Santiago 3:9. Los dos pasajes, dice, ocurren después de la caída. Y Dios sigue afirmando a través de ellos sobre la existencia de la imagen de Dios en el hombre. La imagen de Dios permanece en nosotros, y la gravedad de un crimen, violencia intrafamiliar o aborto radica básicamente en que los seres humanos seamos portadores de la imagen de Dios; si ésta no estuviera en nosotros pudiésemos morir igual que los animales y nada tendría ninguna consecuencia, concluye.[3]
[1] Millard J. Erickson, Christian Theology (Grand Rapids, MI: Baker Books, 2003), 519.
[2] Millard J. Erickson, Christian Theology (Grand Rapids, MI: Baker Books, 2003), 519-533.
[3] Miguel Núñez, “¿Es el hombre pecador aun la imagen de Dios?” Edificando, https://www.youtube.com/watch?v=uaKE_9n-G_M
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